Por: John Gil
IG: @JohnColeccionista

Se viene la jornada de clásicos, un partido que queríamos volver a vivir en primera división, sí, habíamos jugado amistosos y por Copa, también la “Copa Capital del Eje”; pero en primera división es otro cuento.
Automáticamente se me vino a la
cabeza un clásico qué, creo nunca podré sacar ni de mi mente ni mis recuerdos;
era diciembre 3 de 1995, estaba de visita en Pereira, después de medio lustro pasaría
un tiempo en Pereira . Alejandro Pelaez con un zapatazo de más de 25 metros
celebró con la tribuna –en ese tiempo llamada gorriones-. El Hernán era diferente, tanto así que la malla que
separaba la cancha de la tribuna tenía alambre de púas, mismo que dejó una
herida considerable en su mano derecha a quien había acabado de anotar el gol. Oscar
Díaz puso un gol más. No obstante, el marcador era 2-2, todo pintaba para
empate, otra vez Once Caldas se llevaba un punto del Hernán.
“¿Vine a Colombia para ver esto? ¿No voy a ver al Depor ganar?” las dudas se apoderaban de mi, y para hacer aquel día aún más difícil, un aguacero típico de La Perla empezó a caer sobre la grama del Hernán; fue ahí cuando Guillermo Rivera puso el 3-2, la euforia se tomó a todos los asistentes al partidos, yo miraba a todos lados buscando a quien abrazar, no habían celulares para grabar, no había cómo plasmar ese recuerdo más que la retina de los pereiranos, las mías y las de mi abuelo quien me enseñó a querer el Matecaña.
Cantábamos las canciones de aquella época, se estaba terminando el partido, íbamos a ganar el clásico, todo se prestaba para que Hugo Arrieta, nuestro goleador hiciera parte de la fiesta, y terminando el partido puso el 4-2 final. Los saltarines empezaron a cantar, celebramos ese gol en la cara de la barra del Once Caldas, que en ese tiempo se llamaba “la danza del gol”. “Se van con cuatro, se van con cuatro para la pu%# mier#” repetíamos todos. No me cambiaba por nadie, ganábamos un clásico y de gran manera, nada comparado con el aburridísimo 0-0 que viví cuatro años atrás, esta vez el 26 de abril del 92.
Que el domingo sea de buen fútbol, que se repitan esos partidos intensos, que la alegría de los pereiranos sea la misma que sentí el 3 de diciembre de 1996.
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