Header Ads Widget

Responsive Advertisement

GANAMOS ABUELA, SOMOS CAMPEONES

Por Wilfrido Franco García
Twitter: @WilFrancoGarca2

“Como en hordas de carnaval, la ciudad bajó hasta el estadio para ver el prodigio de la Copa… Eran campeones” 

Craviotto vertía lágrimas en una esquina. Mientras Pablo Bidde, exultante, daba declaraciones a un periodista con alma de hincha y tufo de celebración. Corrió el niño de unos ocho años por los bordes del Hernán Ramírez Villegas y no paraba de gritar: “Abuela, abuela, ganamos abuela.Somos los campeones”, como si la noticia aún fuera desconocida.


 Las palabras desde la ternura y la inocencia del chico envuelto en una banderita satinada amarilla y roja, resumían la noche del lunes 10 de junio, preciso y justo en el cumpleaños de mi padre; donde Deportivo Pereira ganó su cuarta final y se coronó campeón otra vez. Aunque como todo lo del Matecaña, es un título sin título y una copa sin campeonato.

Raro en este fútbol artificial como el colombiano; pero tan significativo el triunfo, que revolcó a la capital risaraldense en papelitos y parafernalia amarilla y roja. A la ciudad “que yo le canto, lo que siente el alma mía”. Al imperio de “la Venus de las espumas”,  la “de la ruana” del maestro González, a la ciudad más pujante en su desarrollo en Colombia, a la capital del eje.

A la ciudad de Miguel que está en Madrid, de Manuel que vive en New York y añora su tierra, de Stefania en la cálida Panamá, de mi padre y mis primos, de ‘Chila’, del Padre Valencia, de la bandera del señor Trejos, del ‘Tato’ Sanint, de Jhonny Rivera, de Alonso Zapata, de César Gaviria, de Álvaro Mejía, del “Tigrillo” Gómez, de Rafa Castillo, de John Edison Castaño, de Sofía Gómez, de Santiago Giraldo, de Sara López, de Catalina Castaño. De Dios y de los dolorosos derrumbes. Tanta gente que ya partió y nunca pudo celebrar nada. La ciudad de todos. La Perla del Otún.



La religión más grande del mundo se llama fútbol. Allí confluyen la muchacha bonita, el flaco desgarbado, el rico opulento, el pobre que piensa en sus miserias, el niño y su abuela, Ximena que se desvive por el equipo, Valentina que muere por él, Viviana que siempre adorna la tribuna con su rotunda belleza, Las “aurirojas”, “Los Lobos”, “Pocho Eterno”, “Flaco Vive”, el periodista agrio que no cree en nada, y aquel, que se lo cree todo.


El dirigente de turno y el político que aprovecha el momento. El revendedor eterno y ese que viene de otras ciudades, para constatar que Deportivo Pereira  tiene una de las cinco mejores hinchadas de Colombia y supera por lejos a quince equipos de la A, en pasión y en gente. Ya quisiera el competitivo Deportes Tolima, tener una afición como la matecaña. Se llenó el estadio para dolor de las burlas de un cretino de apellido Cárdenas León. Ahí está la cifra y la taquilla: 32.000 almas, aforo total. No “es el estadio más grande del mundo”, es el sentimiento más grande del planeta.



Los candados de Harlen


Cortuluá fue un equipo jodido de principio a fin. No sé de dónde el volante Juan Camilo Roa jugó tanto y marcó dos goles en esta final, cuando nunca había anotado en este semestre. Sufrido, como todo lo del Deportivo Pereira y al extremo. Cuando el 1-1 iba en el inicio del complemento, Gustavo Murillo se inventó una falta en el medio del campo y de allí mi mal presentimiento. Otro resucitado, Jaime Córdoba, se filtró en el área y por ansiedad, ‘Pacho’ Córdoba lo derribó. El infeliz árbitro Murillo se regodeó decretando el penal. El goleador de la visita, Guillermo “Chirri” Murillo, tomó el balón. Era una tragedia general para el local. Olía a gladiolo. A muerte súbita. Pero apareció gigante y seguro, el chocoano Harlen “Chipi - Chipi” Castillo y atajó el penal. Esa inyección anímica determinó la historia de esta final.


 Pereira de un centro de Acevedo, encontró la  testa inmaculada de su artillero memorable, Diego Álvarez, y anotó el 2-1. Los tres goles del matecaña en la serie se consiguieron en el fútbol aéreo. Dos tiros de esquina de Casierra al estilo Liverpool, para sorprender al rival, y un centro del cartagenero Acevedo, dos testazos de ‘Diegol’ y uno de Jairo Molina que con el paso del tiempo y los cotejos, nos calló la boca a todos los que denigrábamos de su abulia inicial.

A Gustavo Murillo le dio por parar el partido para salir en televisión, pletórico y fantoche. Habló con los técnicos; dejó que Juan Camilo Arturo, el golero visitante, angustiara más a la gente quemando todo el tiempo que quiso y luego, nunca repuso lo que se perdió. Inaudito. Todo en contra del Pereira. El tiempo, el árbitro que no expulsó a Fabio Delgado y Guillermo Murillo de la visita. Se lo merecían. También, hay que decirlo, perdonó a Jhonny Vásquez de entrada. Muy regularcito el arbitraje eso sí. ¿Cuándo no? Si el que juega es el Pereira. Como ya no hubo más tiempo, todo se fue a la ruleta rusa de los penales. Engendros del tiempo que angustian mucho más. Gastritis. Úlceras. Infartos.



Dos penales más que atajó el ángel negro del Chocó. Harlen grande ante el goleador Juan Sebastián Herrera y frente a un tal David Montoya que entró para embarrarla en la visita. Edwin Lasso la tiró al aeropuerto ‘Matecaña’ intentando derribar el avión de las 9.30 pm que llegaba de Bogotá. En serie, marcaron Diego Álvarez, Rafael Navarro y Jairo Molina. Se sentía el título sin ascenso. Mauricio Casierra pudo liquidar el asunto, pero la pelota rebotó en el vertical izquierdo de Arturo, “escribiendo un grafitti”, como diría el maestro Weimar Muñoz. Con el 3-1 a favor en la tanda, llegó el tal David Montoya, tiró al costado siniestro de Harlen y el ángel negro voló con sus guantes de candado y se quedó con la gloria. Se quedó con el título. ¡Pereira Campeón!, gritaron todos. Mientras Pacho Córdoba de rodillas, como un penitente de Santo Tomás en el Atlántico, recorría la grama del estadio Hernán Ramírez Villegas por el flanco izquierdo.

 Aparecieron como hinchas, Jorman Campuzano que envolvió de abrazos a Castillo y Juan Camilo “El Cucho” Hernández que soltó lágrimas como cualquier forofo de mi cuadra. Todos explotaron. Cuarta vez que el matecaña grita campeón de algo: 1978 torneo de reservas denominado ‘Copa Colombiana’, 2000 ascenso con Walter Aristizábal ante Rionegro (hoy Itagüí Leones) y creo que 2008 en una final sub 20 ida y vuelta ante el Deportes Tolima. Muy poco para tanta afición. Casi nada para tanto sentimiento y apoyo. Más lágrimas que risas. El dolor y la angustia represada de tantos años, emergió en los 32.000 espectadores (se llenó el estadio Don Narciso Cárdenas; se llenó para su dolor y su mediocre burla). Harlen Castillo, el muchacho negro que recientemente perdió a su mamá, se llevó un gran pedazo de la gloria.

Ahí, cerquita, el goleador Diego Álvarez, un crack que no tiene vencimiento. Luego Craviotto que fue capaz de dejar en la banca los constantes errores de Sebastián Puerta para poner más seguridad con Yoiver González, quien nunca debió ser suplente. El grupo: Molina y sus goles redentores. Córdoba y su profesionalismo. Móvil y su sentido de pertenencia (un barranquillero cantando el himno de Pereira), Casierra y su experiencia.

Navarro que se batió como un león en esta final. Vásquez y el regreso del guerrero desde los infiernos de la leucemia. Dany Cano, el pereirano símbolo de la lucha. Mejía que fue injustamente desplazado de la gran final. Acevedo y sus aciertos cuando ingresó. El argentino Matías Jaime, el único extranjero del plantel. Los muchachos como Manzano, Murillo, Mateo Cano, Tavera y Artunduaga. Todo el grupo, incluyendo a los arqueros sustitutos Carlos Andrés Mosquera y Sergio Avellaneda. Gracias muchachos, Gracias Craviotto. “Ganamos abuela, somos campeones”.

El desfile continúa inundado la ciudad, cansada de tantas derrotas y tanta amargura. Retumban los pitos y la pólvora. Castillo, el ángel negro, durmió abrazando sus guantes y recordando cuando fue delantero en el equipo de los panaderos. Y Deportivo Pereira alzó la Copa, que ni siquiera es un campeonato. Todavía falta para el ascenso, pero se pagó la cuota inicial con sudor, sangre y goles. Campeones de todo, campeones de nada. GRANDE MATECAÑA, hasta la victoria final.



P. D.



-La Copa América en Brasil. Por supuesto que Brasil es el favorito, aún sin su ‘payaso’ que se lesionó y finalmente fue reemplazado por Willian. Argentina es una incógnita. Uruguay dará la pelea, y Colombia anda en plan de conocimiento de su nuevo técnico y alguna renovación. No tanta, porque seguimos a merced de los ‘Goles costeños’ que son poquísimos, y de tipos como Muriel y Medina.



-En el fútbol colombiano, los árbitros reponen tiempo dependiendo del “Marrano” y del poder económico de los contendientes. En unos juegos hasta diez minutos en los dos tiempos; en otros, solamente tres. “Qué falta de justicia. Que atropello a la razón”. ¿Cierto Gustavo Murillo?


-Inmenso Harlen Castillo, fue el jugador que hizo la diferencia en todo el torneo Águila, junto al goleador Diego Álvarez que se perpetúa en el tiempo. El notable golero chocoano del Deportivo Pereira. La venida después de 35 años del gran ídolo matecaña, Sergio “El Flaco” Cierra, untó la gloria del cuarto título que logra el elenco matecaña en toda su magra historia. 

Publicar un comentario

0 Comentarios